sábado, 14 de diciembre de 2013

Un funcionario entrerriano representó al país en el Foro Mundial de los Derechos Humanos


“En la Argentina tenemos muchas estelas, pero también muchos julianes”, expresó el director general de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Federico Villegas Beltrán.


Julián Froidevaux disertó este miércoles en un panel llamado "Derecho a la Memoria, Verdad y Justicia", en Brasilia, junto a Baltazar Barzón y Estela de Carlotto.

El subsecretario de Derechos Humanos de Entre Ríos, Julián Froidevaux, disertó este miércoles en el Foro Mundial de los DDHH que se desarrolló en Brasilia, en un panel llamado "Derecho a la Memoria, Verdad y Justicia".

El funcionario entrerriano compartió el panel junto al destacado jurista español Baltazar Garzón, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el director general de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Federico Villegas Beltrán. Representando a Brasil estuvo, en tanto, Rosa Maria Cardoso da Cunha y como moderador el Diputado Federal por el PT, Nilmário Miranda.

En el Foro estuvo la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien hizo entrega de los premios 2013 a personalidades destacadas en el ámbito de los derechos humanos. Se hizo presente también el exmandatario de ese país, Luiz Inácio Lula Da Silva, quien brindó una conferencia en el marco de las actividades desarrolladas en el encuentro.

El Foro Mundial de los Derechos Humanos se realizó bajo el homenaje permanente a Nelson Mandela, y contó con más de 7.000 participantes que representaron 55 países. En el acto de apertura del martes 10 participó el vicepresidente de la República Federativa de Brasil, Michel Temer, y contó con un show de Daniela Mercury.

Froidevaux destacó el reconocimiento que representa para Entre Ríos haber sido invitada a integrar un espacio tan importante como éste, donde confluyeron exponentes en la lucha por los derechos humanos de todo el mundo.

"La política argentina en la materia es reconocida en todo el mundo, y la verdad que resulta un orgullo relatar todo lo que se ha logrado en nuestro país. Para la provincia también representa un gran reconocimiento poder estar acá, demostrando que ha sabido interpretar cabalmente los anhelos del pueblo en la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia", expresó el funcionario.

El director general de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Federico Villegas Beltrán, destacó en el encuentro la participación juvenil que tiene lugar en la Argentina, materializada en la existencia de funcionarios jóvenes entre los cuales destacó al subsecretario de Derechos Humanos de Entre Ríos. “En la Argentina tenemos muchas estelas, pero también muchos julianes”, simbolizó en referencia a la titular de Abuelas y Froidevaux, quienes representan dos generaciones distintas de argentinos hermanados en la lucha por los derechos humanos.

Link a la nota original: http://www.unoentrerios.com.ar/laprovincia/Un-funcionario-entrerriano-represento-al-pais-en-el-Foro-Mundial-de-los-Derechos-Humanos-20131213-0040.html

miércoles, 11 de diciembre de 2013

La irrupción del peronismo en la historia



Por Marcelo Koenig

El nominalismo fue una escuela filosófica que planteaba el poder que concitaba la capacidad de ponerle nombre a las cosas. La historia argentina contemporánea parece darle la razón a esta corriente, por lo menos en lo que al peronismo respecta. Quién determina lo que el peronismo es, es quién traza los vínculos generales del poder en nuestro país. Así la batalla por su sentido es un combate cultural de primer orden, aunque intente reducírselo a una mera disputa intrapartidaria, como si sólo fuera un episodio de la interna intrascendente de un partido, expresada en afiches que sonríen.

La irrupción del peronismo en la historia fue un parteaguas en nuestra historia. El hecho fundante del 17 de octubre, la aparición de las masas en la Plaza Pública determinando el rumbo del proceso político, es una impronta indeleble del peronismo originario. Surgido de las entrañas de un Estado Nacional pensado como superestructura del modelo oligárquico agroexportador, el peronismo se macera desde la experiencia -trazada en los tiempos de disputa interimperialista y por lo tanto de distensión de las condiciones de la dominación- de los sectores más lúcidos de la propia estructura estatal (militares y civiles) desarrollada al calor de la sustitución de importaciones, el incipiente despliegue industrial, los nuevos actores políticos y sociales, y sobre todo de la decadencia  de un sistema partidocrático liberal basado en el fraude y con una crisis de representación galopante. Cuando el peronismo ocupó el centro del poder político estatal impregnó con su proyecto al país, realizando una transformación profunda que abarcó todas las aristas de la vida nacional, desde la cultural hasta la laboral, desde la económica hasta la política. La aparición del peronismo le dio una nueva textura al poder. Lo sacó del olimpo de la oligarquía, lo hizo plebeyo, alcanzable, distinto. Así dadas las cosas, la cuestión de qué hacer con el peronismo se convirtió en un problema de primer orden para propios y extraños: devino en el tema central del poder en Argentina.

El proceso aluvional del primer peronismo se llevó puestos los andamiajes de una cultura política anquilosada que no lo esperaba. Así su impulso transformó las hojas, a veces el tronco y hasta la savia del árbol del poder local, aunque muchas veces sus raíces no llegaron a penetrar la dureza de la tierra y la piedra estructurada en años de dominación semicolonial. Ese impulso aluvional, que transformó la vida concreta de los hombres y mujeres del pueblo, fue encontrando sus límites en sus claroscuros, en la clasificación de la propiedad de la renta extraordinaria de nuestro país que no alcanzó o no se animó a desarticular, aunque si a apropiársela a través de un mecanismo revolucionario como el IAPI. Pero, sobre todo, su freno constituyó una violenta resistencia de las minorías privilegiadas que convencidas de la imposibilidad de vencer al peronismo en la contienda electoral recurrió al expediente del golpe de Estado para voltearlo.

En la mala lectura que se hace por derecha e izquierda, se le extendió el certificado de defunción al peronismo por anticipado. El facismo, como lo indicaba la experiencia europea, no podía sobrevivir al control de aparato prebendario y represivo del Estado. Pero a poco de andar se dieron cuenta que el peronismo no era aquello que sus categorizaciones importadas decían, lo que pontificaban sus analistas, lo que vaticinaban sus gurúes. El peronismo era una realidad viva que, como el agua, iba encontrando sus cauces. Inútiles eran los diques que intentaban disciplinarla, encausarla mediante la cooptación o el pacto. El peronismo se había hecho resistencia por su capacidad de ser, como lo llamó John William Cooke, el hecho maldito del país burgués. Se trataba de aquello que ponía en una contradicción irresoluble a la dominación semicolonial. El pueblo, lo negro, lo perseguido, lo marginado, lo odiado, los intereses nacionales, se hicieron sinónimos de peronismo. De esa manera, el peronismo se hizo resistencia. Una resistencia a la que se podía vencer mediante las armas represivas pero jamás mediante las palabras. En el corazón del pueblo se hizo invencible, se hizo identidad propia, argentinidad al palo.

Los sectores más reaccionarios comprendieron esta profundidad del arraigo. Por eso plantearon la muerte como la solución final. El hecho indomesticable había que ahogarlo en un baño de sangre, y sobre él fundar la Argentina de sus ilusiones: liberal, ciudadana, masculina, blanca, occidental y cristiana. Los ensayos de prueba y error fueron las persecuciones, las proscripciones, los fusilamientos, los secuestros, las torturas. La función final fue la última dictadura genocida que, sobre la muerte de 30.000 compañeros, llegó para construir las nuevas condiciones de la dependencia, con miles de presos políticos y miles de exiliados, metiendo el miedo en los huesos de la sociedad, con la desindustrialización haciendo realidad la consigna del Almirante Rojas (“acabaremos con el peronismo cuando acabemos con las chimeneas”), con la financiarización de la economía, desmadrando la lógica misma del capital, con el incremento desmesurado y condicionador de la deuda externa. En síntesis hiriendo de muerte al proyecto mismos del peronismo originario.

Vencido el proyecto, el peronismo quedó como un espectro recorriendo los pliegues de una argentina que le era ajena. Pero aún así, no pudo ser borrado de la faz de nuestra cultura política. Los fantasmas de las disputas intestinas, el vaciamiento ideológico, la incapacidad de interpelar desde una estructura partidaria que se achicaba y ponía a personajes oscuros a su frente, hizo que el peronismo perdiera por primera vez en su historia en elecciones limpias. Fue en 1983. Los sectores del poder concretado habían aprendido la lección de la peligrosidad del peronismo. Entendieron que debían dar la lucha en su seno por desvirtuar su carácter irreverente y transformador. Así se fue produciendo la “alvearización” del peronismo: su transformación en un partido liberal más, perdiendo su carácter movimientista, plebeyo, negro, contestatario, para configurarse como un partido previsible, razonable, intrascendente...

Pero cuando el peronismo se lo desgajó de su ideología, de la representación de los intereses populares como estigma sangrante, sólo quedó constituido por su enorme vocación de poder -que siempre lo diferenció de cualquier otro tipo de propuesta de cambio-. El peronismo del poder echó sus raíces sobre la incapacidad  de los radicales para manejar los conflictos que siempre le son ajenos, en definitiva de su debilidad a la hora de gobernar.

El peronismo del poder, una estructura burocrática que crece pegada al Estado como enredadera alrededor de la pared, fue el vehículo necesario para la desnaturalización del peronismo que se hizo con Menem. Así un proyecto de sentido totalmente antagónico se pudo llevar a cabo usando en vano los iconos de Perón y Evita. Y una estructura partidaria, cada vez más cerrada sobre la lógica dirigencial de los referentes y los operadores, acompañó sin pestañar el viraje liberal del peronismo.

La aparición de Néstor Kirchner en la escena vino a poner en crisis al peronismo como partido de poder. Porque enarboló banderas olvidadas, porque se enanco en demandas populares, porque revitalizó causas que le eran propias en la historia, y otras que hasta ese momento habían sido ajenas. Porque volvió a interpelar a pueblo en la construcción de una sociedad más justa. Por eso florecieron mil flores de la militancia y muchos jóvenes, miles de jóvenes, recuperaron la política como herramienta de transformación.

Hoy el enemigo sabe que la disputa central es por clausurar esa experiencia de peronismo transformador. Se trata de una querella por ponerle sentido al partido del poder (para transformar o para destruir lo transformado). Es que, quien piense el peronismo piensa el ejercicio de la acción política real de la Argentina. Por eso, prepararon hábil y pacientemente una operación de pinzas entre un ex que sale a cruzar por afuera, y un siempre adentro enquistado y molesto con los cambios producidos. En su habilidad para plantear estrategias de largo plazo, los que piensan el peronismo o por lo menos  apropiarse de su fuerza de poder en función de sus intereses, operaron sobre las contradicciones internas. Aprovecharon el alejamiento de Massa para transformarlo en su paladín. Él no tiene los límites de Macri que en su gorilismo visceral no puede seducir al peronismo ni aunque se lo proponga. Massa estuvo adentro, tiene autoridad para la disputa aunque sea por afuera. No es la primera vez que el sentido del peronismo se disputa más allá de la interna partidaria. Acaso tampoco sea la última. Aprovecharon también la eterna paciencia de Scioli para no sacar los pies del plato, ni aún cuando los gorilopolios mediáticos le ofrecían el oro y el moro si besaba el anillo de Magnetto.

Lograr vencer el cerco es una disputa materia, de candidatos y fórmulas, de mecanismos de poder y elecciones, pero también es sobre todo una disputa cultural: lograr determinar el rumbo del peronismo. Es decir, no se trata de voluntarismos, ni de esperar providenciales decisiones correctas de los conductores, ni de darse entregados a la realización de profecías autocumplidas, sino de dar debates y combates profundos sobre la patria que soñamos y las herramientas que permiten alcanzarla.

Algunos creen que el peronismo es puro pasado con el que hay que medir el presente, como se mide con la vara de Gardel a todos los aspirantes a cantores de tango.

Así responde Cooke, a fines de 1967 “Pero el pasado es raíz y no programa; el pasado es el reconocimiento de los pueblos consigo mismos que se hace muy agudo en las épocas revolucionarias, pero no es la vuelta al pasado, es la proyección del pasado hacia el porvenir, porque el presente envuelve el pasado y encierra también el porvenir; cualquier política revolucionaria conjuga dialécticamente estas tres dimensiones del tiempo sin fijarse en ninguna de ellas, porque entonces caería en el utopismo o en el reaccionarismo y en la esterilidad histórica”. Otros en una mirada ingenuamente progresista plantean que el peronismo es solamente parte del pasado, el kirchnerismo surge para ellos como un peronismo de buenos modales, exento de las cargas y contradicciones propias del movimiento plebeyo. Para esta idea también hay una respuesta cookiana: “El peronismo será parte de cualquier revolución real: (…) el peronismo no desaparecerá por sustitución, sino mediante superación dialéctica, es decir, no negándoselo sino integrándolo a una nueva síntesis”.

Revista Oveja Negra - año V - Nro. 31 - 31 de octubre de 2013

sábado, 7 de diciembre de 2013

Teresa Parodi: “La batalla de fondo es la cultural”



Fue la presentación oficial del Frente, un colectivo integrado por actores del arte y la cultura que acompañan “el modelo nacional y popular que encabeza Cristina Kirchner ”.

Por Sergio Sánchez, de Página12

“La batalla de fondo es la cultural”, sentencia Teresa Parodi, en un escenario montado en la Fundación Mercedes Sosa. Es que la cantora correntina es la principal referente del Frente de la Cultura por el Proyecto Nacional, un colectivo integrado por actores del campo del arte y la cultura que ayer hizo su presentación oficial. “Nos dimos cuenta de que lo ideal era juntarnos y armar un frente donde estemos todos, para generar espacios de debate y acompañar este modelo nacional y popular que representa la presidenta Cristina Fernández de Kirchner –explica Parodi–. Los Kirchner nos han dado herramientas extraordinarias como la ley de medios audiovisuales, la ley de la música, la ley del cine y el proyecto de ley del libro. Entonces, queremos centralizar y profundizar la batalla cultural.” Ariel Prat, Diego Boris, Fabián Matus, Ignacio Copani y muchos otros artistas participaron ayer del encuentro cultural.

La idea nació del seno de la Corriente Peronista Descamisados y la intención es “poder pensar la política cultural y la militancia desde el ámbito de la cultura y el arte en términos masivos, amplios, y abordar los asuntos sin restricciones”, explica Federico Amaya, uno de los impulsores. La idea, cuenta, es federalizar este frente y generar en las provincias foros de discusión sobre políticas públicas en pos de “profundizar el proyecto nacional”. Aunque el frente está integrado mayoritariamente por artistas populares, también hay investigadores y periodistas. “La convocatoria está abierta para quien quiera sumarse”, invitó Amaya. Para Martín Di Nápoli, director de la murga Los Inevitables de Flores, “es importante sumarse a este tipo de movidas culturales que propician un modelo nacional y popular”. Desde su lugar, la idea es integrar en un mismo espacio a agrupaciones de candombe, caporales y murgas.

“Hay que debatir cuáles son las cosas que necesitamos y cómo tenemos que caminar para llevar proyectos al Estado y que éste acompañe la iniciativa de los artistas de todos los sectores”, detalló Parodi a Página/12. Durante la tarde, el patio de la fundación se pobló de jóvenes con remeras de Evita y símbolos peronistas. Y la música rioplatense copó el segmento musical: hubo taller abierto de tango, shows de murga y la actuación de Ariel Prat. “Este proyecto ha logrado un montón de cosas que todavía tenemos que seguir agrandando hacia afuera, y además hay que trabajar culturalmente para desterrar algunos conceptos que vienen aparejados con la cultura mitrista”, sostiene Prat. Y sigue: “la ley de medios no es sólo pelearse con un multimedio, la idea es generar un montón de voces. En el caso de la murga, a veces parece que uno estuviera hablando en otro idioma, porque hay cosas que no se conocen. Este proyecto se ha encargado de sacar a la luz la negritud y devolvió los feriados de carnaval”.

Desde el escenario, Parodi recordó que se acaban de cumplir 50 años del Manifiesto del Nuevo Cancionero. “Nada es casual. No podemos desaprovechar este tiempo histórico”, sostuvo. Es que el colectivo cultural también cuenta con un manifiesto que fundamenta su creación. La idea es reconocernos como parte de un colectivo que piense, que discuta, que se apasione, que sueñe, y que, por sobre todas las cosas, asuma la tarea de hacer y construir una patria mejor cada día, ya no desde lo individual, sino colectivamente”, argumentan en el texto. Entre la larga lista de artistas que apoyan se encuentran Raúl Carnota, Darío Grandinetti, Gerardo Romano, Esther Goris, Marian Farías Gómez, Alejandro Awada, Peteco Carabajal, Dante Palma, Cristian Aldana, entre muchos otros

Link a la nota original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-235180-2013-12-07.html